La instalación de nuestro cachorro a su nuevo hogar.
Una vez en casa y agotados del viaje, es donde realmente comienzan los cambios, tanto para nosotros por su llegada como para ella dejando todo atrás a lo que estaba acostumbrada. Es en esta toma de contacto algo más prolongada donde pudimos empezar a conocernos realmente, que estando allí mismo en el veterinario con toda esa cantidad de información por absorber y la propia impaciencia del camino de vuelta.
Con casi tres kilos de peso llegaba a casa directa a su comida. Apenas exploró su nuevo entorno, prácticamente parecía como si viviera allí desde siempre y eso nos sorprendió. Tras su comilona se dirigió como una flecha a su camita y tras acomodarse en cuestión de segundos ya estaba totalmente dormida.

Lo cierto es que fue todo rodado y la temida primera noche, la superó sin apenas dar ruido para nuestra suerte.
Ya en la mañana nuestro desayuno comenzaba a ser diferente a los de siempre. Nuestra pequeña novedad, comenzaba desde temprano a explorar palmo a palmo su nuevo hogar, siempre acompañada de nuestro peque que no dejaba de atosigarla con juguetes en todo momento.
Nos tenía embobados con cada movimiento que hacía. No queríamos perdernos nada. Los móviles estaban que echaban humo de tantas fotos como vídeos pudimos hacerle ese primer día con la novedad de tenerla y lo simpática que parecía ser. Jugueteando prácticamente con todo a su paso se iba quedando dormida en los sitios más inesperados, y de la manera más insólita, lo que nos hacía mucha gracia.
Estando despierta apenas se alejaba de nosotros en especial de nuestro peque que no se separaba de ella ni estando dormida. Era abrir los ojos y saltar de su cesta en busca de alguno de nosotros al que desabrochar los cordones de los zapatos o hacerle desaparecer las chanclas.
De esa manera nuestra pequeña novedad lo comenzaba todo.

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